Una fría gota resbala por la ventana. Voy viendo cómo se mueve por culpa del viento. Hace frío fuera, pero aunque ya llevo un rato dentro del coche sigo con las manos a la misma temperatura que el exterior. Al final la gota se desvanece, ya no le queda más ventana por recorrer.
Mi pálido rostro contrasta con el negro vestido que llevo, acerco mis manos a mi boca para ver si las puedo calentar un poco; es inútil. Con el dedo índice rozo mi labio, está seco y cortado. No permito que mi mente piense, si lo hago solo me acordaré de ella, de cómo no estuve allí cuándo me necesitó. Una nueva gota se desliza por la ventana, curiosamente otra igual se desliza por mi rostro. Sola, lenta.
Todo pasa a cámara lenta, y aun así no me doy cuenta de lo que está pasando. Gente se acerca y me saluda, me dicen que lo sienten y me abrazan. ¿Qué sienten? ¿Por qué me abrazan? No les conozco, al menos no me acuerdo de ellos, pero ninguna réplica se escapa de entre mis labios. Una mano coge la mía y me lleva a algún lado. Simplemente camino, dejando que mis piernas avancen al compás de la señora. Primero una y después la otra. Las piernas me fallan, ella está allí, al final de la sala. Está dentro de una vitrina con el rostro sin color, sin vida. Ya no me estoy moviendo, un señor se acerca y me tiende un pañuelo. No entiendo por qué me lo da hasta que noto que tengo el rostro húmedo. El señor me dice algo pero no entiendo nada, todos mis sentidos están fijos en ella, en su cuerpo, esperando que me salude o me abrace; pero no lo hace, no se mueve y ya nunca volverá a hacerlo.
De repente me doy cuenta de que hay mucha gente en esta sala, me falta el aire. Consigo que mis piernas me respondan y avanzo hasta la salida. Primero lento, pero acabo corriendo. Aquí fuera mis lágrimas se confunden con la lluvia. No soy capaz de volver a entrar, no puedo verla, no así. Me pongo a andar, no sé a dónde voy, pero no puedo estar allí. Vuelvo a abandonarla, pero si me quedo con ella siento que voy a romperme.
Mientras avanzo nadie me detiene, nadie me busca. La única persona que lo haría está atrapada en una caja de cristal
Autora: Marta Brines